viernes, 25 de septiembre de 2020

Sociología de la Vestimenta

 


En su estudio sobre Historia y Sociología de la Vestimenta, el semiólogo francés, Roland Barthes, reconstruye apreciaciones de otro gran estructuralista, Ferdinand Saussure, y compara criterios de análisis equivalentes:
De acuerdo con su punto de vista, la vestimenta guarda una doble perspectiva para su interpretación, pues reconoce una condición sociológica y colectiva, por un lado, y otra individual e independiente, por el otro. Así como reconocemos un uso individual de la lengua dentro de un lenguaje social determinado, así podríamos identificar un uso selectivo del uso de la indumentaria.
En el tiempo y en un espacio físico concreto, la sociedad en su conjunto dicta normativas e impone un discurso con pretensiones de conducir a las mayorías, en el caso del vestido, sobre todo, impuesto a través de la imagen y sus significados simbólicos.
Ahora bien, así como yo, individuo social, me adjudico un habla particular, también se mueven, en mi entorno, otras fuerzas más amplias que están reguladas por el mismo sistema social en el que existo, y me educarán para ser insertado en el modelo propuesto. Las mayorías son mentalmente perezosas y aceptan las normas, en el mundo presente como en el antiguo. Las culturas son construcciones que, por lo general, responden a factores históricos, políticos y religiosos. Es así como una tribu debe reconocerse en el mundo para que exista, con su estigma, hábitos y costumbres, con su propia historia, independiente del resto; en otros términos, con una identidad propia que le dé vida. Al imponerse las formas sociales de convivencia o se acepta mansamente para ser integrado en una comunión colectiva, o se transgrede a la ideología dominante, sometiéndose a la persecución o al aislamiento. El sistema impone cánones y modelos que están para ser emulados. El simbolismo del significado hizo lo demás.
Del mismo modo y con idéntico criterio, la moda dicta normas; e impone un principio que trasciende al individuo para masificarse.
En la antigua sociedad romana, la vestimenta también implicaba mensajes implícitos. Si la toga viril representaba pertenencia a un grupo ciudadano, también la mujer romana, por medio de la stola, habría de llevar una nueva indumentaria que la honraría de acuerdo con el espíritu de la nueva moralidad impuesta. La stola llegó a ser sinónimo de virtud y pudor femenino.
Catherine Salles valora la indumentaria en cuanto "la composante inédite d´un costume peut avoir une fonction sociologique en permettant de déterminer l´appartenance d´un individu à un groupe spécifique. Dans ce cas là, elle peut participer au désir de représentation d´un personnage soucieux d´inspirer le respect ou de manifester sa supériorité et sa richesse". (1)
Los tiempos cambian, la indumentaria también, pero el trasfondo sociológico sigue definiendo una forma de ser y un estilo de vida. La vestimenta no hace a la calidad de la persona, pero sí establece una valoración subjetiva de la misma. Por fortuna, preconceptos y prejuicios, tienden a desaparecer entre las nuevas generaciones.

(1) "El componente original de un traje puede tener una función sociológica, al determinar la afiliación  de un individuo a un grupo específico. En este caso, puede participar en el deseo de representación de un personaje ansioso por inspirar el respeto o para manifestar su superioridad o riqueza".


Carlos Cabrera: 
"Mundus Muliebris", Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Valencia 2010
Bibliografía: Barthés, Roland: "Histoire et Sociologie du Vètement", Annales: Economies, Sociétés, Civilisations, XII, 1957, pág. 435  //  Salles, Catherine: "Costume et Société", 2003, pág. 57.

martes, 8 de septiembre de 2020

"El Monje Negro del Apocalipsis" (Novela)

 



Prólogo

“Usted bien lo sabe, estimado lector: Comprenderéis que nos queda poco margen para el error. El orbe se inunda de agua apocalíptica. La nave donde ya nadie cabe ha agotado los pasajes del último viaje. El tiempo breve ya no se hace de siglos. Toda la historia se concentra en el mero instante. La tierra teme y tiembla. Hay necesidad de representar papeles que no están hechos para los actores. Usted mismo es un engañador falaz, un personaje cómodo que, como uno, se sienta en un sillón amable para ser transportado a un horizonte desconocido.  Ocurre que lo que usted busca, en realidad, ya lo vive. Toda novela histórica es una versión transformada del presente. Esta misma es una metáfora de lo que somos.
Así, inmolados sobre el pensamiento descabellado de la existencia, dos hombres intentaban desplegar las inútiles alas de la imaginación. Sobre una hoja de fuego anotaban nombres de diosas, de reinas-madres, de guerreras. Buscaban en libros historias de género para discernir. Leían algún pasaje de Gigalmesh o recitaban pasajes de Safo. Discutían sobre el origen de la misoginia, trababan lucha oponiendo las ideas, desmenuzaban argumentos y los reconstruían, dejando palpitar la ignorancia de los otros. No siempre eran tan profundos, en ocasiones, terminaban discutiendo sobre algún aspecto primordial del universo, como la del átomo de una gota de lluvia y su vida breve…”

“El Monje Negro del Apocalipsis”
Novela histórica
Carlos Cabrera Bazán
Registrada en Valencia, España.

sábado, 5 de septiembre de 2020

"Antígona, Civilización y Barbarie"

     El Contexto Político, Cultural y Literario, en época del Primer Peronismo 


“E
l crítico y ensayista Martínez Estrada decía que “el interior ha mirado siempre a la metrópoli como la Metrópoli; sus planes nacionalistas y los del resto han sido antagónicos y hasta disyuntivos. Es desde entonces, pues, que Buenos Aires ha sido el centro, alrededor de la cual ha girado la vida argentina, la organización nacional, la cultura y su riqueza” (1). Alberdi, al respecto, agregaba: “No son dos partidos, son dos países; no son unitarios y federales, son Buenos Aires y las provincias…el que creía y confiaba en su ciudad, como buen porteño, negaba automáticamente el interior, la República” (2). 

El hombre de Buenos Aires era estadista por derecho propio, y quien quisiera manejar la cosa pública tendría que comportarse como porteño; el provinciano de alma era un pobre diablo. La nueva Nación imperante sólo reconocía el modelo portuario; el interior sólo producía “cabecitas negras” (3), los famosos “descamisados” (4) que descenderán hacia los años 40 hasta la azorada y tumultuosa Reina del Plata. 

La ciudad puerto se mostraba al mundo con orgullo y escondía los resabios de la barbarie. 

El porteño se fue haciendo y consolidando en ese contexto, y fue adquiriendo de su propio mundo los rasgos que definieron su carácter, su temperamento y su contradictorio ser. 

Nació y creció sintiendo que Buenos aires lo era todo. 

Lenta, pero gradualmente, fue apareciendo un nuevo eslabón en la cadena social, silencioso y oculto, que también era la Argentina: La masa semianalfabeta fue ganando espacio al ritmo de un nuevo modelo político que se impuso en las elecciones del 46. Primero había estallado el famoso movimiento del 17 de octubre de 1945 (5), punto de inflexión de la sociedad argentina contemporánea. Hasta aquí la cultura sólo había sido para la elite.¿Cuál era, entonces, el marco cultural en época de Antígona Vélez de Marechal? Una lucha de ideas sustentada por una premisa cierta, pero insuficiente para explicar el fondo del problema: Imperialismo o Independencia (más tarde sería Liberación o Dependencia). Se aplicaba en la cultura el mismo resorte antagónico aplicado en la política (6). El marxista Jorge Abelardo Ramos lo había dejado bien claro en su obra “Crisis y Resurrección de la Literatura argentina”, al expresar que perduraba, todavía, una conciencia antinacional de carácter literario y cultural. Martínez Estrada y Borges redujeron la dimensión popular del “Martín Fierro” y, junto a otros, se dedicaron a una literatura de evasión escasamente comprometida con el factor social, real y tangible. Había un mayor apasionamiento por leer las obras de la generación del 25: “Don Segundo Sombra” de Güiraldes, “El Juguete Rabioso” de Arlt, los relatos de Horacio Quiroga o todo lo que desembarcaba con sabor parisino. 

Mucho se ha dicho que la era peronista produjo muy poco en lo cultural y que la elite, mucho más entendida en el arte, hubo de esperar al “Boom” de los años sesenta para recuperarse de la enfermedad del populismo. 

Sin embargo, siempre hubo una conciencia nacional que despertó a derecha e izquierda del centro (todo dependía desde que punto de vista se veía la realidad y dónde estaba parado uno para describir el horizonte).  

El mismo Marechal es nombrado Director de Cultura de la Nación en 1947 y al año siguiente se publica su mejor obra: “Adán Buenosayres; hasta Cortázar lo había condecorado con las mejores palabras y sería un referente suyo para “Rayuela”. 

Leopoldo no estaba huérfano de historia y literatura, escritores de diferentes tendencias apoyaron al Movimiento Nacional: Arturo Jaureche, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi, Armando Discépolo, Fermín Chávez, Rodolfo Puiggrós o Jorge Abelardo Ramos. Si antes había sido el tiempo de revistas literarias inolvidables como “Martín Fierro”, “Proa” o “Sur”, ahora en los años cincuenta aparecía “Contorno”, primero en una línea exclusivamente literaria, después de la Revolución del 55 con un aire de exhalación de crítica política. 

No hubo extinción cultural, sino un cambio de orientación que, si bien excluyó a algunos, conformaba un momento de ruptura para la puesta a punto de una búsqueda de identidad propia e independiente. 

Fue un tiempo en que el teatro independiente comenzó a perfilarse. El arte dramático que, en su origen, había sido esencialmente elitista, a partir de ahora comenzaría a expandirse por los pueblos y ciudades del territorio argentino. Un año antes de "Antígona Vélez", en un previo acercamiento a la tragedia griega, Marechal estrenaba, en la Facultad de Derecho, una adaptación de “Electra”. Así, a pedido del oficialismo, presenta la adaptación de la obra de Sófocles con la cual se adjudica el Primer Premio Nacional de Drama. Era el año de “Bestiario” de Julio Cortázar y “Misteriosa Buenos Aires” de Manuel Mujica Láinez. 

El Teatro Nacional Cervantes, fundado en 1921, convertido en Teatro Nacional de la Comedia en 1933 y en Monumento Histórico Nacional desde 1995, albergaría, de este modo, el significativo valor de haber representado, por vez primera, la versión nacional de la “Antígona” griega, la mujer trasgresora y libre del diecinueve, cuya dimensión humana abría un vínculo atemporal con el mito y con la expresión universal de la literatura”. 

Carlos Cabrera 

Facultad de Filología, Universidad de Valencia 2008 

 

Notas al pié de página 

(1) Martínez Estrada, Ezequiel: “Radiografía de la Pampa”, Editorial Losada, 5ª edición, pág. 195; Buenos Aires 1961. 

(2) Citado en Pérez Amuchástegui, 1981: pág.109. 

(3) “Cabecitas negras” era la forma despectiva con la que se llamaba a la gente pobre del interior que llegaba a la metrópolis europeizada. 

(4) “Mis Queridos Descamisados” fue la forma más frecuente en como Eva Perón se dirigía, en sus discursos, a la plebe que se aglomeraba en la Plaza de Mayo para escucharla. 

(5) El 17 de Octubre de 1945 fue el punto de inflexión que marcó la incorporación de los sectores populares a la vida política argentina. Nunca más las minorías podrían imponer su voluntad sobre las masas populares. En la década 1945/55, los trabajadores llegaron al nivel máximo de participación en la distribución del Ingreso Nacional, un poco más del 50 %. El sueño de una patria más justa, libre y soberana, de una democracia social de avanzada, comenzaba a tornarse realidad.  

(6) Braden o Perón fue la consigna eleccionaria del peronismo en 1945. Braden era el cónsul estadounidense en Argentina. La memoria histórica y selectiva no recuerda el nombre de los candidatos opositores; todos recuerdan el nombre de Braden.