jueves, 13 de agosto de 2020

"La Noche de los Cuadernos Rotos" (Novela)

 

"Recuerdo que estábamos en clase de Historia y la Profesora, que se llamaba Lobos pero le decíamos "Lobito"  porque nos devoraba con una mirada casi salvaje, nos preguntó qué sabíamos sobre el General Roca.... Levanté la mano y contesté: “Por lo que yo sé fue dos veces Presidente de la República y… mató a todos los indios”. Después de algunas carcajadas se escucharon murmullos mientras el Rober me codeaba para que callara. “¡Señor Cabrera, me hace el favor de abandonar la claseme gritó la profesora con fina prepotencia - No voy a permitir ninguna insolencia contra los próceres de la patria. ¡Gracias al General, la Nación todavía existe!”Esa era la calidad de enseñanza a la que estábamos sometidos. Alguien se había apropiado del pensamiento único y manejaba los resortes del poder para conducir marionetas humanas. Por si acaso, por si algo fallaba, estaban ellos, los exterminadores..."

La Noche de los Cuadernos Rotos, Capítulo IV.

"Siempre imaginé que los medios eran el gran monstruo necesario para que todo pareciera, para la gran representación universal dirigida por los poderosos. Solo la voz de los que seguían vivos podría extender la verdad de los hechos tal como sucedieron, no lo verosímil de la construcción necesaria en la que muchos creían. Qué diferencia sutil entre aquello que parece y lo que, efectivamente, es. Un ardid, una trampa, un simulacro en la que es sencillo caer desde la ignorancia y, aún, desde el conocimiento insuficiente e impreciso de la verdad. Por eso, siempre ha sido peligroso el ser pensante, el que pudiera romper el molde del conservadurismo con ideas de vanguardia que acabaría con los privilegios de unos a favor de las mayorías. Casi diría un círculo vicioso de la historia en la que el hombre comete una y otra vez el mismo error. Sin embargo, no todo es freno a la evolución humana. Hay algo a favor de Hegel en contra de las posturas nihilistas de Nietzsche. El hombre universal avanza, da pequeños pasos de calidad, casi imperceptibles para los ojos de una sola vida...El orbe existe, no solo porque Dios lo quiere, sino también porque la especie lo declara".

La Noche de los Cuadernos Rotos, Capítulo XX.


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